jueves, 11 de febrero de 2016

Alguien tendrá que poner las calles

"Alguien tendrá que poner las calles", pensó don Francisco mientras apagaba el despertador a las seis de la mañana como cada día de lunes a viernes de los últimos 36 años. A menudo pensaba que ya sólo le quedaban nueve añitos para jubilarse y que luego ya descansaría. De siete a tres estaba encantado verificando celdas de la hoja de cálculo y subrayando con su rotulador rojo las incidencias que tendría que revisar más tarde. "Eficiencia cartesiana" se decía para sí cada vez que encontraba una anomalía, aunque no supiera muy bien qué significaba aquella expresión.
Quien no fue tan eficiente fue el médico de la empresa en la última revisión cuando se le pasaron por alto los signos inequívocos de que, en cualquier momento, un trombo podría dejarle paralizado, incapaz de reaccionar cuando iba a empotrarse contra la tapia de un instituto a las 6:48. A ver quién pone ahora las calles.

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